Un día tonto lo tiene cualquiera...
Y si ese cualquiera soy yo, entonces pasa con frecuencia.
Anoche me quité toda la ferralla de las orejas, pensando aquello de “Mañana por la mañana me lo vuelvo a poner todo antes de salir de casa”. Pero claro, eso es en teoría; en la práctica, cómo no, me he ido tan feliz, sin darme cuenta de que me pesaban de menos los lóbulos auriculares (qué potito me ha quedado, oyes...), hasta que iba a mitad de camino, pedaleando en la bici de cada día. Y no era plan de volver hasta casa a buscar los pendientes de marras. Ni tenía tiempo, ni fuerzas, ni ganas.
Pedalea que te pedalea, llego hasta el Carrer Tarragona, donde habitualmente suelo pillar el Metro. Y claro, pedalea que te pedalea, y con la mente todavía medio en los mundos de Yupi, no me di cuenta de que aquello que dejaba atrás era mi boca de metro, y eso que había dejado atrás a continuación no era otra cosa que mi parada de Bicing.
Como iba con ánimo (una vez empiezo a tirar millas, mis piernas se resignan y dejan de quejarse), decidí seguir hasta Estació de Sants, y dejar allí la bici en favor del Metro.
Llego hasta la Plaça dels Països Catalans, dejo la bici, entro en la estación, y me armo de fuerzas para recorrer el largo pasillo que lleva hasta la... un momento, ¿dónde está la línea verde (Línea 3 para los puristas)? Vale, me acabo de recorrer uno de los pasillos más largos que existen en las estaciones de Metro de Barcelona, y tenía que haber tomado el que se abría a la derecha justo antes de éste.
Pues nada, a desandarlo, coger el correcto, y posicionarme en el... ¡¡ostras, Pedrín!! ¡Si es que soy corto hasta la exageración! Me he ido a meter en la estación más utilizada de todo el recorrido, y el andén está en estos momentos más superpoblado que México DF en hora punta.
Llega el tren, y procuro meterme en él, sin estrujarme demasiado como para asfixiarme. Llegados a mi parada, me tomo con calma la operación Salida, porque tal como iba en el tren, no he podido situarme en cabeza de pelotón, lo que me dejaba con dos opciones: esperar a que salga el grueso del pasaje (y no, no me refiero a un señor obeso), o dejar que dicha turba de gente me arrastre hasta la salida. Opto por lo primero. Ahora, a por el TramBaix.
Llego al andén cuando justamente acaba de salir un tranvía, a juzgar por la ausencia de gente esperando para abordar el siguiente. Genial. Me dedico a hacer un par de Sudoku en la PDA, y enseguida se presenta el Tram.
El resto de la mañana va transcurriendo sin incidentes, pero estoy inquieto, sin saber muy bién cuál será el próximo despiste que descubra haber tenido cuando ya sea demasiado tarde.
A ver si canalizo algunas good vibrations.
Besucos
2 comentarios:
En serio, que no sé de qué te extrañas...
Por eso voy en moto. A mi me pasa siempre :-(
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